viernes, 15 de enero de 2016

se cría a los niños como una especie de alimento para ser tragado por el sistema (Stephen Nachmanovitch - Free Play)


Las escuelas pueden alimentar la creatividad en los niños, pero pueden también destruirla, y eso hacen demasiado a menudo. Idealmente, las escuelas existen para preservar y regenerar el aprendizaje y las artes, y dar a los niños las he- rramientas para crear el futuro. En su peor ex- presión producen adultos uniformes, con menta- lidades convencionales, para alimentar el mercado con operarios, gerentes y consumidores.
El niño que fuimos y que somos aprende explorando y experimentando, husmeando insistentemente en cada rinconcito que encuentra abierto... ¡y en los rincones prohibidos también! Pero más tarde o más temprano nos cortan las alas. El mundo real creado por los adultos viene a pesar sobre los niños en crecimiento, moldeándolos hasta convertirlos en miembros cada vez más predecibles de la sociedad. Este proceso involutivo se refuerza durante todo el ciclo de la vida, desde el jardín de infantes hasta la universidad, en la vida social y política, y muy especialmente en el mundo del trabajo. Nuestras más nuevas y poderosas instituciones educativas, la televisión y la música pop, son todavía más eficientes que la escuela para inculcar la conformidad producida en masa. Se cría a los niños como una especie de alimento para ser tragado por el sistema. Lentamente nuestros ojos comienzan a entrecerrarse. Y así la simplicidad, la inteligencia y el poder de la mente en juego se homogeneizan en complejidad, conformidad y debilidad.
Necesitamos reconocer que cada segmento de nuestra cultura es escuela; momento a momento se nos presentan afirmaciones de algunas realidades y negaciones de otras. La educación, los negocios, los medios, la política, y sobre todo la familia, las instituciones mismas que podrían ser los instrumentos para expandir la expresividad humana, se confabulan para inducir el conformismo, para hacer que las cosas marchen a un nivel aburrido. Pero lo mismo hacen nuestros hábitos cotidianos para hacer o para ver. La realidad tal como la conocemos se condiciona con los supuestos tácitos que llegamos a aceptar sin discusión después de innumerables y sutiles experiencias de aprendizaje en la vida cotidiana.
(...)
Educar significa sacar o evocar aquello que está latente; por lo tanto educación significa sacar afuera las capacidades de la persona para entender y vivir, no llenar a una persona pasiva de conocimientos preconcebidos. La educación debe abrevar en la estrecha relación entre juego y exploración; debe haber permiso para explorar y expresar. Debe haber una valoración del espíritu exploratorio, que por definición nos saca de lo ya probado, lo verificado y lo homogéneo.
La conformidad que nos enseña la gran escuela que nos rodea se parece a lo que los biólogos llaman monocultivo: si uno camina por un campo silvestre ve cien especies distintas de pastos, musgos y otras plantas en cada metro cuadrado, así como una gran variedad de animalitos. Con esto la naturaleza se asegura de que los cambios en clima y en medio serán enfrentados por la ne- cesaria variedad en la vida vegetal. Pero si uno recorre un campo cultivado sólo verá dos o tres especies, o una sola. Los animales y las plantas domesticados son genéticamente uniformes porque se crían o cultivan para un fin. La diversidad y la flexibilidad se cultivan para maximizar ciertas variables que convienen a nuestros propósitos. Pero si las condiciones cambian, la especie queda encerrada en una estrecha franja de variedad. El monocultivo conduce invariablemente a una pérdida de opciones, y esto a la inestabilidad.
El monocultivo es el anatema para el aprendizaje. El espíritu exploratorio se alimenta de la variedad y del juego libre... pero muchas de nuestras instituciones se las arreglan para aniquilarlo metiéndolo en cajitas. Tienden a dividir el aprendizaje en especializaciones y departamentos. Una cierta cantidad de especialización es necesaria para manejar cualquier tarea grande, o cualquier cuerpo grande de conocimientos. Pero las barreras que ponemos entre las especialidades tienden a desarrollarse exageradamente. Las profesiones adquieren una masa de inercia que mata todo loque toca. Encontramos una proliferación de disciplinas y "ologías", la mayoría de las cuales funcionan principalmente para proteger su propio campo profesional. Fragmentamos el aprendizaje a expensas de la riqueza y flexibilidad que debería ser inherente al cuerpo vivo del conocimiento. 

Free Play. La improvisacion en la vida y en el arte



Bloqueamos la creatividad rotulándola como poco frecuente, extraordinaria, segregándola en reinos especiales como el de las artes y las ciencias. Y todavía la segregamos más de la vida cotidiana estableciendo sistemas de estrellato.



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