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domingo, 9 de diciembre de 2018

puedes abrir con un suspiro - Vicente Huidobro


La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.
Vamos cayendo, cayendo de nuestro zenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.
Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del zenit al nadir porque ese es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.
Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.
Ah, mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.
¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.
Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.

Altazor o el viaje en paracaídas

imagen: Eugenia Loli

viernes, 24 de agosto de 2018

en el desierto la velocidad no importa, siempre se está en el mismo paisaje


Me sentí una especie de monstruo, viendo sonreír al ciego, que me miraba con los ojos bien abiertos.
- Así es María - dijo, como pensando para sí -. Muchos confunden sus impulsos con urgencias. María hace, efectivamente, con rapidez, cosas que no cambian la situación. ¿Cómo le explicaré?
Miró abstraído hacia el suelo, como buscando una explicación más clara. Al rato, dijo:
- Como alguien que estuviera parado en un desierto y de pronto cambiase de lugar con gran rapidez. ¿Comprende? La velocidad no importa, siempre se está en el mismo paisaje.
Fumó y pensó un instante más, como si yo no estuviera. Luego agregó:
- Aunque no sé si es esto, exactamente. No tengo mucha habilidad para las metáforas.

Ernesto Sábato, El túnel

nos choreamos el fragmento para hablar de lo que nos gusta: actuar
hacer con rapidez cosas que no cambian la situación: brillante síntesis de una actuación que patina sobre sí misma, ensimismada en el desierto de su propia interioridad, que impone las necesidades equivocadas, las necesidades miopes, impermeables al afuera donde está la escena:

ser efectivo, hacerlo bien, gustar, mirarme desde afuera y criticarme mientras hago, automanijearme, moverme al pedo, en forma automática,  para tapar el vacío, la incertidumbre, el tiempo, la ambigüedad, el abismo resultante de un encuentro genuino con el otro. Eliminar el silencio.
La urgencia apropiada, la que se abre a lo imprevisto, sólo aparece cuando ubico en el centro de mi atención la situación que me vincula con el otro, con los otros, ahí afuera, eso que cambia permanentemente, en lo sutil más que en lo grande.
Sintonizar.
Hacer con menos, mucho más.


imagen: Eugenia Loli