martes, 14 de octubre de 2014

las fronteras de la lengua



Según el reverendo Bridges, los diferentes idiomas que se hablan en Tierra del Fuego tienen un vocabulario básico de alrededor de tres mil palabras - un número muy superior, destaca Bridges, al que usaba en sus obras el mismo William Shakespeare -, y ese número se debe al altísimo grado de especialización, vale decir, a la gran variedad de palabras con que los yaganes reproducen la inmensurable variedad de la creación. Los yaganes, como ustedes, son marinos; y para nombrar eso que nosotros llamamos" playa", aún un niño como Notreasure dispone de unas quinientas cincuenta  denominaciones, de acuerdo con la vegetación que esta posea o la conformación del suelo, la presencia de aves o lobos marinos, su utilidad en caso de tormenta, etcétera. Pero esto no es todo. En idioma yagán, cada palabra puede transformarse hasta volverse irreconocible de acuerdo con miles de factores ajenos al objeto que se nombra: la misma playa en que vivían los Dahlmann recibía muy distinta denominación de acuerdo con el estado de ánimo de Notreasure o el de sus dueños o la lejanía o cercanía a que se encontraba, o la estación del año en que se la percibía.
Por supuesto, cualquier inglés de estos tiempos despreciaría esta abundancia, creyendo que es indicio de una bárbara incapacidad de síntesis. Los ingleses, imbuidos del espíritu de la ciencia y el progreso, sólo quieren tener una denominación clara y precisa para cada objeto, quieren encerrar cada ejemplo en el nombre de la especie tal como se encierra cada preso en una celda distinta.
Pero ustedes, amigos míos, que han visto ensancharse el paisaje a ambos lados de vuestro barco; ustedes que han conocido la extraña manera en que la inmensidad influye en el espíritu, podrán en cambio imaginar el modo en que, al ir aprendiendo el idioma yagán, Dahlmann mismo empezó a sentir que las fronteras de su mente se expandían y empezaba a ver muchas más cosas en cada cosa, muchos más colores en el color azul, muchas más nieves en la nieve; y al mismo tiempo, cómo Dahlmann comenzó a descubrir, aun entre las cosas aparentemente más opuestas, secretas correspondencias: las ocultas correspondencias que reúnen lo variado en la única identidad de la Creación. ¡Ah, sin tan sólo tuviera tiempo de leerles a ustedes las cartas que Dahlmann escribió al director de la Revista de la Iglesia de la Palabra, tratando de convencerlo de que era urgente dar a conocer esta lengua, como Francia, por ejemplo, daba a conocer un Mallarmé o un Verlaine.... ! 'La isla de los poetas', llama a esta isla ignota en donde los 'nativos videntes' nombraban al otoño 'la edad en que la hoja canta rojo celebrando la vida antes de morir'. El viejo director, aunque había ganado una fortuna con los antiguos sermones de Dahlmann, nunca contestó, y la Revista sólo mencionó una vez a la lengua yagana, tachándola de 'curiosidad científica': el Pastor no vio en aquel gesto más que la prueba de la sordera de un mundo que 'en el silencio sólo percibe vacío'.
Y sin embargo, detrás de aquel rechazo y de los muchos que siguieron quizás haya un motivo mucho más poderoso y secreto: me refiero, claro, a la desconfianza que inspira todo aquel que conoce las fronteras de la propia lengua, ese que, tarde o temprano, se vuelve en contra de su imperio.

Leopoldo Brizuela
Inglaterra. Una fábula