Las escuelas pueden alimentar la creatividad en los niños, pero pueden
también destruirla, y eso hacen demasiado a menudo. Idealmente, las
escuelas existen para preservar y regenerar el aprendizaje y las artes, y
dar a los niños las he- rramientas para crear el futuro. En su peor ex-
presión producen adultos uniformes, con menta- lidades convencionales,
para alimentar el mercado con operarios, gerentes y consumidores.
El niño que fuimos y que somos aprende explorando y experimentando, husmeando insistentemente en cada rinconcito que encuentra abierto... ¡y en los rincones prohibidos también! Pero más tarde o más temprano nos cortan las alas. El mundo real creado por los adultos viene a pesar sobre los niños en crecimiento, moldeándolos hasta convertirlos en miembros cada vez más predecibles de la sociedad. Este proceso involutivo se refuerza durante todo el ciclo de la vida, desde el jardín de infantes hasta la universidad, en la vida social y política, y muy especialmente en el mundo del trabajo. Nuestras más nuevas y poderosas instituciones educativas, la televisión y la música pop, son todavía más eficientes que la escuela para inculcar la conformidad producida en masa. Se cría a los niños como una especie de alimento para ser tragado por el sistema. Lentamente nuestros ojos comienzan a entrecerrarse. Y así la simplicidad, la inteligencia y el poder de la mente en juego se homogeneizan en complejidad, conformidad y debilidad.
El niño que fuimos y que somos aprende explorando y experimentando, husmeando insistentemente en cada rinconcito que encuentra abierto... ¡y en los rincones prohibidos también! Pero más tarde o más temprano nos cortan las alas. El mundo real creado por los adultos viene a pesar sobre los niños en crecimiento, moldeándolos hasta convertirlos en miembros cada vez más predecibles de la sociedad. Este proceso involutivo se refuerza durante todo el ciclo de la vida, desde el jardín de infantes hasta la universidad, en la vida social y política, y muy especialmente en el mundo del trabajo. Nuestras más nuevas y poderosas instituciones educativas, la televisión y la música pop, son todavía más eficientes que la escuela para inculcar la conformidad producida en masa. Se cría a los niños como una especie de alimento para ser tragado por el sistema. Lentamente nuestros ojos comienzan a entrecerrarse. Y así la simplicidad, la inteligencia y el poder de la mente en juego se homogeneizan en complejidad, conformidad y debilidad.
Necesitamos
reconocer que cada segmento de nuestra cultura es escuela; momento a
momento se nos presentan afirmaciones de algunas realidades y negaciones
de otras. La educación, los negocios, los medios, la política, y sobre
todo la familia, las instituciones mismas que podrían ser los
instrumentos para expandir la expresividad humana, se confabulan para
inducir el conformismo, para hacer que las cosas marchen a un nivel
aburrido. Pero lo mismo hacen nuestros hábitos cotidianos para hacer o
para ver. La realidad tal como la conocemos se condiciona con los
supuestos tácitos que llegamos a aceptar sin discusión después de
innumerables y sutiles experiencias de aprendizaje en la vida cotidiana.
(...)
Educar
significa sacar o evocar aquello que está latente; por lo tanto
educación significa sacar afuera las capacidades de la persona para
entender y vivir, no llenar a una persona pasiva de conocimientos
preconcebidos. La educación debe abrevar en la estrecha relación entre
juego y exploración; debe haber permiso para explorar y expresar. Debe
haber una valoración del espíritu exploratorio, que por definición nos
saca de lo ya probado, lo verificado y lo homogéneo.
La
conformidad que nos enseña la gran escuela que nos rodea se parece a lo
que los biólogos llaman monocultivo: si uno camina por un campo
silvestre ve cien especies distintas de pastos, musgos y otras plantas
en cada metro cuadrado, así como una gran variedad de animalitos. Con
esto la naturaleza se asegura de que los cambios en clima y en medio
serán enfrentados por la ne- cesaria variedad en la vida vegetal. Pero
si uno recorre un campo cultivado sólo verá dos o tres especies, o una
sola. Los animales y las plantas domesticados son genéticamente
uniformes porque se crían o cultivan para un fin. La diversidad y la
flexibilidad se cultivan para maximizar ciertas variables que
convienen a nuestros propósitos. Pero si las condiciones cambian, la
especie queda encerrada en una estrecha franja de variedad. El
monocultivo conduce invariablemente a una pérdida de opciones, y esto a
la inestabilidad.
El monocultivo es
el anatema para el aprendizaje. El espíritu exploratorio se alimenta de
la variedad y del juego libre... pero muchas de nuestras instituciones
se las arreglan para aniquilarlo metiéndolo en cajitas. Tienden a
dividir el aprendizaje en especializaciones y departamentos. Una
cierta cantidad de especialización es necesaria para manejar cualquier
tarea grande, o cualquier cuerpo grande de conocimientos. Pero las
barreras que ponemos entre las especialidades tienden a desarrollarse
exageradamente. Las profesiones adquieren una masa de inercia que mata
todo loque toca. Encontramos una proliferación de disciplinas y
"ologías", la mayoría de las cuales funcionan principalmente para
proteger su propio campo profesional. Fragmentamos el aprendizaje a
expensas de la riqueza y flexibilidad que debería ser inherente al
cuerpo vivo del conocimiento.
Free Play. La improvisacion en la vida y en el arte
Bloqueamos la creatividad rotulándola como poco frecuente, extraordinaria, segregándola en reinos especiales como el de las artes y las ciencias. Y todavía la segregamos más de la vida cotidiana estableciendo sistemas de estrellato.
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