En nuestro mundo urbano, en las calles en las que caminamos, en los bondis que tomamos, en las revistas que leemos, en las paredes, en las pantallas, estamos rodeados de imágenes de una forma de vida alternativa.
Podemos recordar u olvidar estas imágenes, pero brevemente las incorporamos, y por un momento estimulan nuestra imaginación.
¿Pero dónde está esta otra forma de vida?
Es un lenguaje de palabras e imágenes, que nos grita adonde sea que vayamos, sea lo que sea que leamos, dondequiera que estemos.
¿Dónde existen estos fabulosos premios, y objetos, y gente?
¿A dónde pertenecen?
¿A aquí, allá... o a ningún lugar?
Vienen con nosotros a todas partes.
Las llevamos en nuestras mentes.
Las vemos en nuestros sueños.
La publicidad nos propone a cada uno de nosotros, en una sociedad de consumo, que nos cambiemos a nosotros mismos, o a nuestras vidas, comprando algo más.
La publicidad nos persuade de que este "mas" nos hará más ricos de alguna manera, incluso aunque vayamos a ser más pobres por haber gastado nuestro dinero. Y la publicidad nos persuade de esta transformación mostrándonos gente que aparentemente ha sido transformada y que como resultado de eso, son envidiables.
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