3. m. coloq. Voz que se emplea para expresar una cualidad que no se quiere o no se acierta a decir. Se toma frecuentemente por 'gracia', 'donaire' o 'atractivo'. ej.: Juana tiene mucho aquel
así que ya saben, nada de hacerse los poronga ni los cosmopolitas largando un je ne sais pas.
No mancillemos nuestra recia herencia castellana con mariconadas francesas.
Si Juana nos calienta y no sabemos por qué... pues tío, ¡queJuana tiene mucho aquel!
"El duelo tremendo duró poco, contados segundos a lo más. El carpinchero tenía ya un canal sangriento desde la nuez hasta la boca del estómago. El lobo-pe seguía saltando a su alrededor con agilidad increíble. Se veía su lustrosa pelambre manchada por la sangre del carpinchero. Ahora era un bulto rojizo, un tizón alado de larga cola nebulosa, cimbrándose a un lado y otro en sus furiosas acometidas, tejiendo su danza mortal en torno al hombre oscuro. Una vez más saltó a su garganta y quedó pegado a su pecho porque el brazo del carpinchero también había conseguido cerrarse sobre él hundiéndole el machete en el lomo hasta el mango, de tal modo que la hoja debió hincarse en su pecho como un clavo que los fundía a los dos. El grito de muerte del hombre y el alarido metálico de la fiera rayaron juntos al tímpano del río. Juntos empezaron a chorrear los borbotones de sus sangres. Por un segundo más, el carpinchero y el lobo-pe quedaron erguidos en ese extraño abrazo como si simplemente hubieran estado acariciándose en una amistad profunda, doméstica, comprensiva. Luego se desplomaron pesadamente, uno encima del otro, sobre la arena, entre los destellos oscilantes. Después de algunos instantes el animal quedó inerte. Los brazos y las piernas del hombre aún se movían en una ansia crispada de vivir. Un carpinchero desclavó de un tirón al lobo-pe del pecho del hombre, lo degolló y arrojó al río con furia su cabeza de agudo hocico y atroces colmillos. Los demás empezaron a rodear al moribundo.
(...)
Margaret, inmóvil, veía subir hacia ella, cada vez más próximos, a los Hombres de la Luna. Veía subir sus rostros oscuros y aindiados. Los ojos chicos bajo el cabello hirsuto y duro como crin negra. En cada ojo había una hoguera chica. Venían subiendo las caras angulosas con pómulos de piedra verde, los torsos cobrizos y sarmentosos, las manos inmensas, los pies córneos y chatos. En medio subía el muerto que ya era de tierra. Detrás subían las mujeres harapientas, flacas y tetudas. Subían, trepaban, reptaban hacia arriba como sombras pegadas a la resplandeciente barranca. Con ellos subían las chispas de las fogatas, subían voces guturales, el llanto de iguana herida de alguna mujer, subían ladridos de los que iban brotando los perros, subía un hedor de plantas acuáticas, de pescados podridos, de catinga de carpincho, de sudor...
Subían, subían...
(...)
El destello humoso del farol arroja contra las paredes las sombras movedizas de los carpincheros inmóviles, silenciosos, hasta el llanto de iguana ha cesado. Se oye gotear la sangre en el suelo. A través de los cuerpos coriáceos, Margaret ve el pie enorme del carpinchero tendido en el catre. Se acerca un poco más. Ahora ve el otro pie. Son como dos chapas callosas, sin dedos casi, sin talón, cruzados por las hondas hendiduras de roldana que el borde filoso del cachiveo ha cavado allí en leguas y leguas, en años y años de un vagabundo destino por los callejones fluviales. Margaret piensa que esos pies ya no andarán sobre el agua y se llena de tristeza. Cierra los ojos. Ve el río cabrilleante, como tatuado de luciérnagas. El olor almizclado, el recio aroma montaraz de los carpincheros ha henchido la casa, lucha contra la tenebrosa presencia de la muerte, alza en vilo el pequeño, el liviano corazón de Margaret. Lo aspira con ansias. Es el olor salvaje de la libertad y de la vida. De la memoria de Margaret se están borrando en este momento muchas cosas. Su voluntad se endurece en torno a un pensamiento fijo y tenso que siente crecer dentro de ella. Ese sentimiento la empuja. Se acerca a un carpinchero alto y viejo, el más viejo de todos, tal vez el jefe. Su mano se tiende hacia la gran mano oscura y queda asida a ella como una diminuta mariposa blanca posada en una piedra del río. Las hogueras siguen bajando sobre el agua. La sangre gotea sobre el piso. Los carpincheros van saliendo. Durante un momento sus pies callosos raspan la tierra del patio rumbo a la barranca con un rasguido de carapachos veloces y rítmicos. Se van alejando. Cesa el rumor. Vuelve a oírse el desagüe del muerto solo, abandonado en el corredor. No hay nadie."
Como en la mano una cerilla, blanca,
antes de hacerse llama, a todas partes
extiende lenguas convulsivas: empieza en el círculo
de espectadores cercanos, brusca, clara y ardiente,
a extenderse en redondo su danza convulsiva.
Y de repente es llama toda entera.
De una mirada enciende ella su pelo
y hace girar de pronto, con su atrevido arte,
su traje entero, por dentro de este incendio,
del cual, como serpientes que se asustan,
salen los desnudos brazos, vivaces, castañeteando.
Después, como si el fuego le resultara escaso,
lo junta todo entero y lo echa al suelo,
muy altiva, con orgulloso gesto,
y lo mira: allí yace, rabioso, por la tierra,
y aún sigue llameando y no se entrega...
Pero triunfal, segura y con suave
sonrisa de saludo, alza la cara
y lo apaga al pisarlo con pequeños pies firmes.
Bad luck wind been blowin' at my back
I was born to bring trouble to wherever I'm at
Got the number 13 tattooed on my neck
When the ink starts to itch
Then the black will turn to red
Lo crédulo del ojo flota en la pura tensión superficial:
como un mosquito que camina en el agua, la mirada
no entiende ni la profundidad ni la fórmula del mundo:
una parte de luz diluida en noventa y nueve de sombra.
El ojo es flor carnívora que creció equivocada: muerde
lo que no hay, y su dentellada engorda el ojo del amo.
Encandilados por esta fracción de luz, vamos de tumbo
en tumba, pero es lo oscuro, su hambre gravitatoria,
su vocación de grumo, lo que dice cómo y dónde caer.
Ceguera, ceguera, ceguera. El resto es lo que somos.
Octavio enamorado de Susana, la mujer de su hermano Ramiro, golpeador. Ella lo quiere.
Octavio manda unos matones a darle rosca a Ramiro.
Mientras esto sucede, Octavio y Susana están juntos.
¿puedo enamorarme de una relación? yo me enamoro de Octavio y Susana.
el link que pongo a continuación es el mismo fragmento, pero la definición de video es mucho mejor. Vean este. No sé por qué no lo puedo linkear como video, así que ahí va: http://www.youtube.com/watch?v=Nb58v1yHPwg
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú, que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restriégame la estafa.
Te lo agradeceré, en serio.
Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.
There's a fire starting in my heart
Reaching a fever pitch and it's bringing me out the dark
Finally, I can see you crystal clear
Go head and sell me out and I'll lay your ship bare
Los usurpadores hacen todo lo posible por hacernos olvidar que acaban de llegar.
Para ver el cielo me encaramo en el catre. El cielo: un recordatorio de lo que se puede olvidar temporalmente. Por ejemplo, que los fondos de inversión privados disponibles hoy para la especulación financiera valen veinte veces más que el producto nacional bruto mundial.
El viento, que las nubes amablemente hacen visible, basta para sugerir que a esas ilusiones no les queda mucho tiempo.
Tomados colectivamente, los pobres son inabarcables. No sólo constituyen la mayoría del planeta, sino que además están en todas partes y, de alguna manera, el más pequeño de los acontecimientos remite a ellos. La actividad de los ricos, por consiguiente, consiste en construir muros; muros de hormigón, de vigilancia electrónica, barreras de misiles, campos minados, fronteras armadas, desinformación mediática y, por último, el muro del dinero que separa la especulación financiera de la producción. Sólo un tres por ciento de la especulación y del intercambio financiero está relacionado con la producción. Te quiero.
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Ya Nour:
El sueño es la primer casa, una casa sin techo, ni paredes, ni cama. Éstos vendrán después, inspirados por el sueño. Esta noche te llevo, amor mío, a la primera casa. La deslizaré bajo la puerta monstruosa, y me encontrarás dentro.
"–La diferencia –acotaba Noriega al respecto– es que el bañero tiene que cuidar a la gente no del lobo o del coyote, y ni siquiera del mar o de los tiburones, sino de sí misma... Y para eso hay que saber mirar.
Lo que el Dudoso miraba instalado allá arriba, además de todo lo que veía, era algo que no era el horizonte, ni la rompiente, ni la arena ni la orilla, sino el conjunto. El método de observación era una especie de desenfocado atento –como describió cautelosamente en los inéditos Cuadernos de Batán– que le permitía pasar de lo general a lo particular –de ver a mirar– sin un esfuerzo de atención excesivo.
–Hay que estar abierto, más atento que concentrado –decía."
Juan Sasturain, El bañero zen
el cuento completo en el excelente blog lo escribo por tu bien, una exquisita recopilación de textos y reflexiones, que recomiendo que visiten:
Teníamos un sueño americano
Sueño capitalista del Tío Sam
Ir subiendo exitosos los escalones
Pisando la cabeza de los demás
Pero los tiempos cambian y hay que adaptarse
Esa es nuestra consigna empresarial
Con estos comunistas en el gobierno
Hoy nuestras estrategias van a cambiar