Entro en una librería desconocida. Me dirijo a los anaqueles coloreados, llena de curiosidad y tensa de emoción. La esperanza de hallar "algo nuevo" es quebrada por la voz del empleado que me pregunta qué títulos busco. No sé qué decirle. Al fin, recuerdo uno. No está. Hubiese querido seguir mirando, pero sentía sobre mí el peso de esa mirada comerciante, tan estrecha y desaprobadora ante alguien que "no sabe" lo que quiere. ¡Siempre lo mismo!
¡Siempre hay que aparentar la posesión de un fin! ¡Siempre el camino rectamente marcado!
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