El ocio como schola está más allá del trabajo y la inactividad. Es una capacidad especial que debe
ser educada. No es una práctica de «relajación» o de «desconexión». El ocio remite al pensar como theorein, como contemplación de la verdad. San Agustín también distingue el ocio (otium) de
la inacción pasiva: «En el ocio no le debe entretener y deleitar la ociosidad, sin entender en nada,
sino la inquisición, o el llegar a alcanzar la verdad». «Al ocio loable» pertenece «el amor de la
verdad». La incapacidad de tener ocio es un signo de apatía.
El ocio no tiene que ver con no hacer nada, sino que es más bien lo contrario. No está al servicio de la dispersión sino de la
reunión. El demorarse requiere una recolección de sentido.
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