Alejarse ahora de todo esto confuso,
que es nuestro pero no nos pertenece,
que, como el agua en las viejas fuentes,
nos refleja temblando y descompone la imagen;
de todo esto, que como con espinas
se agarra una vez más a nosotros... alejarse
a esto y a éste,
que ya no veíamos
(tan cotidianos y acostumbrados eran),
contemplarlos de pronto: suaves, conciliadores
y como en un principio y de cerca;
y presintiendo comprender qué impersonalmente,
qué por igual cayó el sufrimiento sobre todos,
del que la infancia está llena hasta el borde:
Y sin embargo irse entonces, arrancando la mano de la mano,
como desgarrando de nuevo algo ya sanado,
y marcharse, ¿a dónde? A lo incierto,
lejos, a un país cálido e inmóvil,
que tras toda acción, como un decorado,
seguirá indiferente: jardín o muro;
y marcharse: ¿por qué? Por impulso, por temperamento,
por impaciencia, por esperanza oscura,
por incomprensibilidad y por incomprensión.
Tomar todo esto sobre sí y en vano
dejar caer algo que quizá se tenía,
para morir solo, sin saber por qué...
¿Es esto la entrada a una nueva vida?
Rainer María Rilke, Cartas a un joven poeta
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario