jueves, 18 de abril de 2013

The External World - David OReilly


SURRENDER OR I´LL RELEASE THE LESBIANS!
The external world
por David OReilly

¡escarabajo! insiste
el loco que se arrastra por el patio
pero nadie parece comprender
esa premonición (¿el narrador sabrá?)
todos miran al cielo con el labio colgando
otro loco se traga el sol y eructa
el doctor nube pasa
se interesa
¿y por qué escarabajo?
el profeta enfurece
hay cosas que se aplastan si se explican

Andrés Neuman

jueves, 11 de abril de 2013

Del seguir


Flawed Symmetry of Prediction from Jeff Frost on Vimeo.


Habría que oponer dos tipos de ciencias, o de actitudes científicas: una que consiste en "reproducir", otra que consiste en "seguir". Una sería de reproducción,de iteración y reiteración; otra sería de itineración, el conjunto de las ciencias itinerantes, ambulantes. La itineración se reduce con demasiada facilidad a una condición de la técnica, o de la aplicación y de la verificación de la ciencia. Pero no es así: seguir no es lo mismo que reproducir, nunca se sigue para reproducir. El ideal de reproducción, deducción o inducción forma parte de la ciencia real, en todas las épocas, en todos los lugares, y trata las diferencias de tiempo y de lugar como otras tantas variables de las que la ley extrae precisamente la forma constante: basta con un espacio gravífico y estriado para que se produzcan los mismos fenómenos, si se dan las mismas condiciones, o si se establece la misma relación constante entre las condiciones diversas y los fenómenos variables. Reproducir implica la permanencia de un punto de vista fijo, exterior a lo reproducido: ver circular estando en la orilla. Pero seguir es algo totalmente distinto que el ideal de reproducción. No mejor, sino otra cosa. Uno está obligado a seguir cuando está a la búsqueda de las "singularidades" de una materia, o más bien de un material, y no tratando de descubrir una forma; cuando escapa a la fuerza gravífica para entrar en un campo de celeridad; cuando deja de contemplar la circulación de un flujo laminar con una dirección determinada, y es arrastrado por un flujo turbulento; cuando se aventura en la variación continua de las variables, en lugar de extraer de ellas constantes.

Deleuze

lunes, 8 de abril de 2013

una inmortalidad que dura apenas lo que dura el mundo

Gustav Klimt, La vie et la mort, Huile sur toile, 178x198cm, 1916

Y yo llegué de noche a mi departamento después de acciones repulsivas, de camas infames y de cópulas con intelectuales corrompidas, borracho y semiloco de miedo a morirme sin haber vuelto a leer Sandokán y puteando a Dios y al género humano por puercos, y feos, y decepcionantes, pensando que todo lo que nace debiera ser inmortal, o no haber nacido, abjurando, como quien comete adulterio, de una inmortalidad que dura apenas lo que dura el mundo y ni un solo día más allá del juicio final o de la guerra atómica, llorando de risa por mí y por todos los cretinos hijos de perra que llaman belleza a lo que no es sino un estado, un minuto grotesco de un proceso de descomposición, haciéndome pis, en la figura del árbol de la puerta de mi casa, sobre la cabeza de todos los que escriben libros y pintan cuadros y componen sinfonías, y aman a una mujer, y suben las escaleras hacia sus departamentos dispuestos por una vez a acabar dignamente este asunto. Basta de papelerío. Al fuego con todo y uno por la ventana al medio del patio del vecino. Y sin embargo, no. Porque yo encendía la luz de mi pieza, Virginia, y ahora que lo escribo ya no sé si esto lo inventé o fue cierto, y te encontraba a vos; en cualquier parte. Sentada en cuclillas una noche, debajo de la mesa: recibiéndome sorpresivamente con un ladrido que por poco no me hace saltar realmente por la ventana, o escribiéndome una carta, acostada boca abajo en la cama. Una de aquellas cartas que luego nunca se atrevía a mostrarme, por su letra infantil y sus electrizantes faltas de ortografía. Y yo, en la historia, me reía entonces. Y uno, mientras está vivo y ama y tiene ideas, es inmortal, qué joder. Y mientras corre a una muchacha por la pieza para quitarle una carta, y ladra, o muge, y le recita el monólogo de Hamlet envuelto en una sábana o cantan juntos la Marcha de San Lorenzo hasta que viene la señora Magdalena a preguntar si uno se ha vuelto loco, uno es Dios.

Abelardo Castillo, Los Ritos (Cuentos Crueles)

martes, 2 de abril de 2013

tener en sí la corriente de las cosas - Artaud

"Mercurio pasando delante del Sol" (1914), Giacomo Balla

Hablando con propiedad,
no el volumen de las cosas, sino su sentimiento y su resonancia en mí:
la resonancia en cuyo extremo está el pensamiento.
Dejarse llevar por las cosas
en vez de fijarse sobre uno cualquiera de sus aspectos aparentes,
en vez de buscar interminablemente definiciones
que sólo nos muestran los pequeños aspectos.
Pero para ello tener en sí la corriente de las cosas,
estar en el nivel de su corriente, en definitiva,
estar en el nivel de la vida
en lugar de que nuestras deplorables circunstancias mentales
nos dejen perpetuamente en el intervalo,
estar en el nivel de los objetos y las cosas,
tener en sí su forma global y su definición al mismo tiempo
y que las localizaciones de tu sustancia pensante
entren en movimiento al mismo tiempo
que su sentimiento y su visión en tí.

Antonin Artaud

lunes, 1 de abril de 2013

Death of a bullet - Jimmy Murakami


por Jimmy Murakami


"(...) Este es el indicio de esta "quiebra" de la que todos hablan corrientemente como el mal original de la cultura moderna. Espantado y amargado por las consecuencias de su sistema, el hombre teórico no se atreve a aventurarse en el terrible torrente de hielo de la existencia: ansioso e indeciso, corre de aquí para allá sobre la orilla. Ya no quiere poseer nada completamente, y se aterra ante la natural crueldad de las cosas. El optimismo lo ha debilitado hasta ese punto. Al mismo tiempo comprende que una cultura basada en el principio de la ciencia debe derrumbarse en el preciso momento en que se haceilógica , es decir, en el momento en que retrocede ante sus consecuencias."
Nietzsche, El origen de la tragedia, capítulo 18